Los nuevos territorios a conquistar siempre fueron una ambición para el poder europeo. Cualquier rey de entonces, perteneciente a un siglo XV cansado de tantas disputas y tantas estructuras arcaicas que evolucionaban en sus largas centurias medievales, anhelaba un nuevo territorio para aposentar sus dominios. La novedad que supuso el descubrimiento de nuevas tierras a finales del siglo XV comportó una escapatoria para los más poderosos a la hora de anexar y ampliar sus fronteras y para aquellos desafortunados llenos de conocimiento y que a la vez ansiaban dichos poderes y adquisiciones que les remuneraran, los conquistadores.
Parafraseando al historiador Carlos Bosch García, ¿cuál fue el destino de esos hombres llenos de vida y de esperanzas que vinieron a América? Nadie puede dudar de que cumplieran la empresa a ellos encargada y que la llevaron a cabo en nombre de su rey. Pero también, a la vez, nadie deja de sorprenderse de que esos hombres en vez de ser premiados se vieran enfrentados por las autoridades y su quehacer discutido y con frecuencia ignorado o no evaluado por las misma. La mentalidad de estos hombres, -o bien, conquistadores-, debe entenderse partiendo de un punto de vista totalmente lleno de dificultades y de cambios generalizados por el descubrimiento de un nuevo mundo. ¿Qué supuso el hallazgo de esos territorios para los europeos conquistadores?, ¿qué pudo pasar por la mente de esos hombres sedientos de eternidad y de reconocimiento?
El hombre que viajó hacia América a finales del siglo XV y sobre todo en los esbozos de un siglo XVI etiquetado de descubrimientos y aventuras, no se relaciona con el arquetipo de un europeo peculiar de aquel entonces. Fue un hombre con una conciencia contigua, fronteriza, de fuerte espíritu religioso y conteniendo una figura caballeresca mantenida por la reciente Reconquista. Surcó mares hacia el Nuevo Mundo y cabalgó entre el Medioevo y la modernidad, -o el Renacimiento-. Puede verse este detallo en la obra de Erasmo de Rotterdam en 1529, el Enchiridion militis christiani, (Manual del caballero cristiano), dónde son descritas y explícitas las virtudes de un caballero ejemplar; la dignidad, el honor, el servicio y la promesa. América fue producto de un ente colectivo compuesto de individualidades. Todo salió de España en navegaciones adecuadas –la carabela, el galeón o la urca-, para cruzar el océano que les separaba de esos nuevos territorios. Para recorrer ese viaje, hicieron uso de astrolabios, compases, cuadrantes y demás artilugios que les conduciría a esas tierras. Consigo llevaron armas de fuego y hierro, caballos, perros y materiales de construcción para hacer y terminar la guerra y poder establecerse definitivamente cuando lo hubieran conquistado todo.
Puede denominarse la raíz del mundo prehispánico arrastrando sus antecedentes medievales a la formación de una América prehispánica. Las vicisitudes que se recogen en el siglo XV son características españolas propias de la cultura, la sociedad, la economía, la política y también la religión. La generación de los conquistadores, extendió su diligencia fundamentalmente entre 1504 y 1534, alrededor de unos 30 años, -nacidos entre 1474 y 1504 a grosso modo. Pertenecientes a esta generación como Núñez de Balboa, Pizarro, Hernán Cortés, Diego de Almagro, etc. La dinámica y la personalidad estructural de estos –principales- hombres (entre otros conquistadores) fue la escala de valores y el espíritu con el que zarparon hacia Nuevo Mundo: la religión, el sentido de la monarquía, lealtad, la honra y el honor, glorificación guerrera, riquezas, la tierra y la familia. Se arriesgaban plenamente a los logros, a la gloria y al triunfo pero para muchos –por no decir la mayoría-, fue una gran frustración a largo plazo. La mentalidad de estos hombres seguía intacta por su tradición y consecuentemente puede verse como la propia Corona mantenía sus intereses con fidelidad y que a lo largo del siglo XVI impondrá sus ambiciones en América desahuciando y aniquilando las aventuras, logros y conquistas de los navegantes y conquistadores.
En el sentido religioso, la herencia del espíritu de este conquistador, forjado por un individualismo que luchó en contra del Islam de la Edad Media –época en la que nos encontramos a priori-, fue transcendente para el honor, el orgullo y a la dignidad necesaria para luchar contra el infiel (en este caso, los indios de América). Pero también se debe remarcar sobre facultades cuales se han hecho mayor énfasis por la visión negativa que desata; la codicia. El anhelo de las riquezas u oro y afán de mujeres. Pero para ellos tenían sentido común ya que las riquezas eran consecuencia de la proeza de su combate como botines e incluso legalidades. El afán de mujeres era un obsequio peculiar en las Indias, visto desde una visión poligamita. Durante el paso a América no se produjo ni supuso un cambio o súbita transformación para una mentalidad que seguía discurriendo a la clave idea de la lucha con el hereje y la búsqueda de la conversión como deber religioso. La vinculación con la monarquía también tuvo mucha vehemencia, estos conquistadores no solo servían a Dios sino que también estaban “al servicio de su majestad”. Vasallos de Dios y del Rey, la lejanía (tanto en la Reconquista como en América) establece un bosquejo vasallático en el deber y el do ut des del hombre hispano. Las instituciones medievales que todavía en aquellos entonces permanecían vinieron como anillo al dedo pues la centralización de los Reyes Católicos no subvencionó las expediciones, aunque supieron acordar su soberanía en aquellos territorios descubiertos. Aquí se refleja los honores conquistados y la imposición de la soberanía de su rey. La corona centralista se encubrió tras los navegantes, conquistadores y diversos hombres con múltiples funciones, presenciando y juzgando los quehaceres y desvelos en los nuevos territorios del continente americano. El rey delegaba su autoridad. El elemento más importante en la conciencia de estos conquistadores era la ascensión social por cauces bélicos como objetivo principal. El honor y la honra (también reflejado en las personalidades de los conquistadores del Nuevo Mundo y en las caballerescas hazañas de los anteriores) se obtienen con el deber del cumplimiento y la gloria es la eterna promesa del honor convirtiéndose en grado heroico. En el caso de los conquistadores en América, la honra notificaba la obtención de dineros y la gloria a través de la guerra o los cauces bélicos contra los aborígenes indios.
El renombre reflejaba la honra por encima de los demás individuos, de los demás navegantes y conquistadores. La riqueza, durante la época de la conquista de nuevas tierras en el siglo XVI tuvo la función de obtener honra y servicio a la Corona. Las necesidades de la monarquía con los frentes abiertos también en Europa junto a los demás países europeos y sus afanes en conseguir mayor territorio, suponía la obligación de estos conquistadores de obtener riqueza y oro rápido. Es un ejemplo fray Bartolomé de las Casas que para éste tan solo había una causa para la conquista: hambre de oro. Todos estos eran los ideales en la mentalidad de un hombre que inconscientemente abandonaba una vieja era para emprender una nueva etapa fuera de las fronteras “impuestas” desde las centurias clásicas, un hombre que empieza tomando conciencia de su hazaña y de sus propósitos para su rey y para su propia gloria. El mayor logro de todos los conquistadores fue la concesión del marquesado del Valle –envidiado por todos los demás navegantes y conquistadores de las tierras-, obtenida por Hernán Cortés a cambio de sus propios esfuerzos, pero esta recompensa no se generalizó por ningún otro individuo que habitaba las lejanas tierras del Nuevo Mundo, fueron ingenuos al pensar que cualquier acción que recompensara a la Corona fuera de la misma manera que le fue gratificada a Cortés, las ambiciones de muchos no se ajustaron a las de la Corona, pensando que les seria recompensada como mérito y obtención de una donación de esplendidez feudal.
Al término del esfuerzo esperaban obtener patrimonios territoriales para convertirse en señores a perpetuidad, aunque se conformaran con que la remuneración de sus esfuerzos se hiciera por merced real. Para la una se trataba de manejar y organizar los nuevos territorios y las nuevas poblaciones y para los otros esos territorios significaban un patrimonio conquistado con su esfuerzo personal y colectivo, pero también con la inversión de sus bienes personales que pusieron a la disposición de su rey. Un hecho importante y que muestra la implicación y el interés de la Corona en estas expediciones y sus posibles ganancias fue que en todo momento la Corona siempre prefirió a expediciones señoriales particulares porque en esas mismas obtendrían muchas más ventajas y en cambio menos deber y obligaciones.
Las Leyes Nuevas de 1542 marcaron un gran declive, representaron la fuerza real centralizada y la pelea totalmente frontal contra los descubridores y conquistadores, del cual fue el azote de la sociedad señorial que se encontraba en ese mismo momento en América. Además se prohibió el régimen de las encomiendas, manteniendo tan solo las existentes –hasta que acabara la vida del que fuese el encomendero del momento-, reduciéndolas mayoritariamente y acentuando con este hecho la futura pobreza de los conquistadores. A mitad del siglo XVI, con la llegada de los burócratas reales acaparando una gran influencia de poder y juzgaron a los conquistadores. Parafraseando a Juan Marchena se produjo un “desmoronamiento del universo de los conquistadores, basando en un conjunto de privilegios sociales, económicos y de grupo conseguidos por su esfuerzo” Así como la Reconquista supuso una repartición de tierras y de pecheros, una reestructuración del estamento nobiliario y que además perduró, no fue el caso para el proceso del descubrimiento de las Indias. El modelo medieval que fue quebrándose y los cimientos del Estado moderno tomaron protagonismo por sí solo, este nuevo Estado no quiero distribuir ni repartir “parcelas de poder” y como en toda las historias de la Historia, cuando un “soldado, caballero o en este caso, conquistador llega a su final, pasa a ser un reserva.
“El fin de las encomiendas antiguas, promovido por disposiciones con las Leyes Nuevas, por los repartimientos a una o dos vidas, por la aparición de figuras exógenas al sistema, como virreyes, gobernadores o visitadores, o por la llegada de una nueva nobleza cortesana que no había participado en la conquista del territorio… era el fin del mundo que conocían y en el que habían sido educados”.
Juan Marchena
Este fue el final desafortunado para los conquistadores, que tras aventuras, asombros, descubrimientos, riquezas, encomiendas y algún que otro poder llevado a cabo en las Indias como autoridades supremas de los indios. Parecía que los conquistadores habían hallado un Nuevo Mundo ansiado por los monarcas, unas nuevas tierras llenas de esperanza y prosperidad económica o simplemente la ocupación de nuevos territorios ya que parecía ser que Europa se había quedado pequeña para nuevas conquistas o adhesiones al territorio.
Lo que fue el principio del descubrimiento de América no fue lo mismo en los años siguientes ni en el siglo siguiente. Hubo un proceso de conquista llevado a cabo. Las ansias y la ambición que fue moldeando la conciencia de los navegantes hacia Nuevo Mundo fueron invadiendo sus mentes por el anhelo a subir de categoría estamental u obtener riqueza que fueran válidas además a largo plazo. Esa codicia hizo que con el transcurso de los años y mientras luchaban y descubrían por conseguir su objetivo, la ambición se apoderara de ellos. Las órdenes de la Corona por conseguir especias y metales preciosos para sus propios intereses y la eficacia que exigían en que la consiguieran ejercían una sublime presión en el conquistador, los navegantes, los encomenderos, etc. Puede considerarse una pequeña cadena, la presión de la Corona sobre estos conquistadores comportaba la necesidad de mano de obra, la necesidad de los indios, la subida de la mortalidad, la ambición individual de conseguir aumentar encomiendas con más indios y obtener riquezas por sus hallazgos, y así sucesivamente hasta que hubo un punto en que a la Corona no le interesó lo que estaba sucediendo en Nuevo Mundo, la Corona utilizaba como peones a los individuos que se lanzaron al océano en busca de nuevas aventuras, sedientos de nuevas oportunidades y de conseguir los privilegios que una clase estamental elevada tenía por linaje. Los esfuerzos, los sacrificios y las disputas en América pronto pasarían al olvido, los méritos y la obtención de ese territorio tan solo tenía una imagen representativa; la Corona, aunque hubieron conquistadores bien destacados que consiguieron hacerse con un imperio e incluso ganarse por su descubrimiento su propio nombre impuesto en el territorio. Persecula seculorum, las tierras del Nuevo Mundo siempre tendrán memoria para los caídos y los aborígenes nativos del propio territorio y para los que son conmemorados hoy en día por descubrir por sus propios méritos el territorio que tan solo ellos pisaron los primeros.